Hazel se despertó a las 4 de la madrugada. Y
después de releer un poco de “Un dolor
imperial”, su madre despertó y llegó un camarero a traerles el desayuno.
Luego se baño, se peino y se puso unas converse, un jean oscuro y una remera
azul claro, con una pipa, que abajo decía “no es una pipa”, era algo así como
una metáfora. Y justo cuando estaba por subir a la habitación de Augustus para
verificar si ya se había despertado, él toca la puerta. Hazel la abre y luego
se van juntos, ya que la madre decidió que no los acompañaría.
Cuando llegaron a la casa de Van Houten,
estuvieron un largo tiempo hasta que alguien se presente; pero de repente la
puerta se abrió, y un señor barrigudo, con mucha barba, poco pelo y mejillas
caídas apareció. Al verlos, cerró la puerta de un portazo, y empezó a discutir
con Lidewij, diciéndole que no era enserio la idea de que vayan hasta su casa.
Pero, como no le quedó más remedio, -de una manera muy despreciable- los invitó
a entrar.
Ya dentro, fueron a una sala de estar, en
donde se sentaron a hablar con el escritor, quien pidió un whisky ni bien se
sentó. Y luego de que Lidewij le traiga el segundo vaso, Hazel empezó con las
preguntas.
Cada vez que ella quería entablar una
pregunta, él la interrumpía y le contaba una absurda historia sobre Zenón y sus
paradojas. Hasta que en un momento, ya un poco irritada, Hazel logró
preguntarle qué había pasado con el hámster de Anna, a lo que Peter respondió
que se lo había quedado su mejor amiga, habían empezado bien.
Luego le preguntó que fue de la vida de la
mamá de Anna, si se casó o no, si el tulipán holandés era verdaderamente un
farsante o si habían tenido más hijos. Y Van Houten, sin despegar los ojos del
techo, le respondió que todas esas preguntas no podrían ser respuestas, ya que
todos los personajes dejan de existir cuando termina la novela. Angustiada,
Hazel le recordó que en la carta, él le había dicho que le contaría todo. Y
Peter le dijo que no contaba con que dos adolescentes enfermos crucen el
Atlántico para saber esas respuestas.
Ella no podía entender cómo Van Houten nunca
se preguntó qué pasaba con la vida de los personajes y, al decirle esto, el
escritor le dijo que lamenta no poder responder a sus caprichos de niña
enferma, porque eso es lo que es, solamente un efecto colateral que dice que no
quiere que le tengan compasión, pero su vida depende de eso, y muchos más ‘insultos’
de ese estilo, intentando herirla de la peor manera, pero la verdad es que a
Hazel no le dolió todo eso, porque tantos años mirando el techo de la UCI y de
su habitación, le hizo pensar cosas iguales o peores acerca de su enfermedad.
Horrorizada, Lidewij le advirtió que pare,
pero Peter le hizo caso omiso y continuó con sus insultos hacia ella y todos
los adolescentes, en especial a los estadounidenses. Hasta que en un momento,
Hazel se paró, fue hacia el escritor, y le tiró el vaso de whisky que tenía en
la mano, esparciéndoselo por toda la cara y tirándolo al piso. Luego, Gus la
agarró del brazo y la sacó de la casa.
Salieron los dos corriendo de allí, hasta que
Hazel paró y se echó a llorar. Él la abrazó y le preguntó por qué lloraba, a lo
que ella le respondió que lamentaba haber gastado su deseo en ese estúpido.
Pero Gus le dijo que no lo malgastó, porque están juntos, en Ámsterdam, como
habían soñado. Al instante aparece Lidewij corriendo, preguntándoles si querían
ir a la casa de Ana Frank, sin Van Houten y ellos acceden.
Eran muchas escaleras, así que Hazel tenía
que parar cada vez que subía una. Pudo contemplar todas y cada una de las
habitaciones. Y cuando llega al último piso, estaba demasiado cansada como para
seguir, pero se reincorporó y vio lo último que quedaba, que eran las marcas de
los niños en las paredes, centímetro por centímetro, como iban creciendo, hasta
que no pudieron hacerlo más. También había una pantalla, que reproducía un
video de Otto Frank, el padre de Ana, al que, de toda su familia, solo le quedó
un diario.
Gus y Hazel se quedaron hablando de que
querían formar una patrulla de discapacitados que clame por todo el mundo, y
bromeando sobre ello. Hasta que Hazel no se resistió y, por fin, lo besó. Fue
un beso largo y hermoso, pero cuando se dio cuenta de que era un lugar público
y se separo de Gus, vio que todos alrededor los estaban mirando, y después de
unos segundos, empezaron a aplaudirlos y exclamar cosas.
A la salida, Lidewij los dejó en la puerta
del hotel Filosoof. Aunque estaba lloviznando, se quedaron en la acera. Gus le
pregunta a Hazel en qué piensa, y ella le responde que piensa en él, él le dice
que es sexy, ella le da la idea de que podrían ir a su habitación (la de Gus) y
él bromea diciendo que hay ideas peores.
Al subir, se quedan un momento parados en el
pasillo, sin saber qué hacer. Luego de un tiempo, Gus le explica cómo es su
pierna, para que no se haga una idea equivocada. Hazel le dice que eso no
importa, y entran. En el medio hubo un problema con los condones, pero no le
dieron importancia. Al terminar, Gus le confiesa que literalmente se le cierran
los ojos, así que ella se cambia y, cuando ve que él ya está dormido, agarra un
anotador y dibuja un círculo, que dentro dice “VIRGENES” y por fuera, en la
línea del círculo, hay un punto marcado, y ese punto es Gus.